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La silla de montar de Boabdil en la que nunca cabalgó el sultán nazarí de Granada

Álvaro Vega

Córdoba, 13 abr (EFE).- La silla de montar que se conserva en el Palacio de Viana de Córdoba que ancestralmente se ha adjudicado a Boabdil nunca perteneció al último sultán del reino nazarí de Granada y se trata de una obra de artesanos moriscos cordobeses, realizada en los siglos XVI o XVII.

Así lo ha concluido un trabajo del historiador de arte Francisco Durnes Sabán (Lucena -Córdoba-, 1958), junto al grupo de trabajo que cataloga e investiga los fondos del monumento que gestiona la Fundación Cajasur y que la Junta de Andalucía califica como “uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura civil andaluza”, que atesora en su interior importantes colecciones de diversa índole.

“En principio no me despertó mucho interés porque no encontramos suficientes bases para sacar algo sustancioso”, ha señalado a EFE Durnes, diplomado en Contabilidad y Análisis Financiero, graduado en Historia del Arte y máster en Historia Militar.

Durnes dedica buena parte de su prejubilación al estudio de las piezas sin catalogar en el Palacio de Viana, unas 3.000, junto al grupo de trabajo que coordina Francisco Manuel Carmona Carmona, doctor en Historia del Arte y profesor-tutor del Centro Asociado de la UNED de Córdoba.

Carmona, promotor con sus alumnos del grupo, es quien encarga los trabajos y, tras uno primero de análisis de los seis lienzos que desarrollan distintas batallas en las que participaron los Tercios Españoles durante la Guerra de los Treinta Años, encomendó a Durnes el estudio de la silla atribuida a Boabdil.

Las referencias escritas al sultán de Granada eran nulas. Más allá de que “tanto en la cartela que hay en ella como los guías cuando pasan por delante dicen que es de Boabdil”, sólo una referencia documental hacía alusión al rey nazarí y no se sustentaba en el rigor histórico.

Se trata de una alusión de un antiguo responsable del Palacio, Joaquín Moreno Manzano, hizo en una guía del monumento editada en 1989, atribuyendo a que la silla perteneció al último sultán nazarí de Granada porque “el pueblo quiere que sea de Boabdil”.

Había que recurrir a fuentes fidedignas y el azar hizo que el grupo de trabajo encontrase en el Archivo del Palacio de Viana, otra de las joyas en inmueble, una copia del siglo XIX del testamento que en 1516 el alcaide de los Donceles había otorgado a favor de su hermano segundo, Pedro Fernández de Córdoba, que era miembro de la Orden de Santiago y comendador de Córdoba.

La importancia de este hallazgo fue crucial para la investigación ya que “cuando Boabdil fue hecho preso en la Batalla de Lucena en 1483, los reyes Isabel y Fernando le concedieron tanto el ajuar como las armas por haber hecho prisionero al rey de Granada”.

“Tanto las vestiduras de Boabdil como el armamento que le concedieron en gratitud de la hazaña realizada acabó por herencia en el Palacio de Viana”, ha afirmado Durnes, ya que el hermano del alcaide de los Donceles “fue el fundador de la Casa de Salares, que tiene un arraigo aquí en este Palacio”.

De ahí llegó con el paso del tiempo hasta que la marquesa de Villaseca, que se casó con el marqués de Viana, lo legó por deseo de su marido al Museo de Artillería. En el acta de donación que se conserva en el Museo del Ejército de Toledo, fechada el 22 de mayo de 1906, “tampoco aparecía la silla”.

Diluyéndose la idea de que pudiese haber pertenecido a Boabdil, Durnes indagó de qué época podría ser. Las pinturas de las batallas del tiempo del sultán nazarí descartaban que fuese de entonces, por lo que recurrió a la historia del caballo en Córdoba y a la ubicación en la ciudad en 1567 por decisión de Felipe II de las Caballerizas Reales.

Un año después “hubo una rebelión en la Alpujarra en la que fueron expulsados muchos moriscos porque se sintieron ofendidos por una pragmática y se levantaron en contra de la Corona de Castilla”.

Ese éxodo hizo que el 10 por ciento de la población cordobesa fuese morisca y que se diese “una conjunción de elementos entre la artesanía que traían y los plateros, que se creó como gremio en el siglo XVI y XVII”.

Durante la restauración de la silla realizada por los servicios del propio Palacio de Viana se ha constatado que los elementos de metal son de plata, y no de “hierro o de bronce, como se recogía en el inventario”.

Afianza la teoría la presencia de elementos de la cultura islámica en su adorno, como el león, las cúpulas bizantinas o las flores de seis pétalos; el uso de materiales traídos por los moriscos desde las Alpujaras, como el terciopelo; y su diseño, para montar a la gineta, sobre las rodillas, que era la manera de los musulmanes, y no a la brida, el modo de las tropas cristianas. “Entonces esta silla cumple con esos requisitos” que la hacen de manufactura morisca, ha subrayado el investigador.

Pero, además, “dio la casualidad de que a través de un otro documento” del Archivo de Viana se supo que la mujer del tercer marqués de Villaseca, propietario de la parte original del Palacio de Viana, “vendió a un presbítero unos jaeces por un valor de 1.600 escudos”.

La presencia, entre los siglos XV y XVI, de esos jaeces, los adornos que se le ponen a los caballos, “es un signo evidente e inequívoco de que en esta casa, aquí en el Palacio, no había uno, había varios”, enfatiza Durnes. EFE

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